jueves, 20 de noviembre de 2014

Si no hubiera sido por ti


.."La ciudad despertó , lentamente, con legañas en las ventanas. Sus habitantes tardaron un poco más en bajar de la cama y lo hicieron con la típica crisis de cerebro matutina. Todo parecía correctamente cotidiano y habría sido un día más, sin pena ni gloria, de no ser por..." 

un lametazo que recibí en plena cara y que me llegó al alma.

Yo estaba siendo, hasta ese momento, de los seres de este planeta que más estaba tardando en tirarse de la cama ¡Se estaba tan bien! Aquél día, oscuro y frío de febrero, invitaba, sin lugar a dudas, a no querer enfrentarse a la realidad que me esperaba al otro lado de la puerta de mi dormitorio. Y en esas estaba cuando sentí la pringosa lengua, como una sábana de ancha,  en plena jeta, sin respetar ni un ápice, orificios o depresiones; por lo que, como es natural, las pringosas babas camparon a su gusto.
¡Trankos! ¡Joder! ¡Puaaaffff, qué asco!
Al mismo tiempo, algo sacudió la cama con violencia. Ochenta kilos de carne habían decidido despertarme a toda costa. Y se desparramó sobre mí, con su boca entreabierta a medio palmo de mi cara, la cabezota inclinada de lado y una mirada expectante ante mi reacción.
El rabo, marcaba, como si de las escobillas del parabrisas de un coche se tratara, casi medio círculo sobre la colcha de mi cama, sacudiendo con fuerza mis piernas en cada pasada.
Sobrepuesto de la primera impresión y una vez achicadas las babas como buenamente pude de mi cara, entreabrí mi ojo derecho y contemplé la grotesca figura que mantenía su posición sobre mí ¿Quién era capaz de reñir a tan singular figura? ¡Imposible!
Saqué mis brazos de debajo de las sábanas y rodeé su cuello grande y peludo. Desplomó su cabeza sobre la mía propinándome un suculento porrazo con suerte de que el golpe no me rompiera la nariz. No tenía mala intención, tan sólo no podía contener los nervios cuando le entraban ganas de jugar o, simplemente, de que se le hiciera caso.
Quería jugar, no había duda. Y lo demostró como sólo sabía hacerlo un mastín; con rudeza noble; sus movimientos juguetones eran toscos pero llenos de ternura como la que todo ser tiene cuando se siente superior; marcaba sus mordiscos como quien marca los golpes de una exhibición de kárate, como diciéndome: esta es la postura que tomaría si tuviera que defenderte.
Y una vez hecho eso, lamía y lamía mi cara con su imponente lengua parecida a una lija. Casi era preferible recibir una pequeña dentellada que sufrir ese "rebaje" de cara por su lengua.

Fue un despertar más de los muchos que me dio durante su dilatada vida. Fue una situación más de las que hizo que, cada día, fuera distinto con sus muestras de cariño. Parece una tontería ¿verdad? Quizás, algún lector haya experimentado esa sensación. La que, gracias a ellos, traspasábamos la puerta, cada día, de nuestra habitación con un "chute" de cariño desinteresado que nos permitía hacernos cargo de las preocupaciones diarias con mayor fuerza y optimismo ¡Gracias, Trankos!


Presentado al II Certamen Literario El Secreter, 2014. Agüimes (Las Palmas de Gran Canaria)

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