sábado, 8 de noviembre de 2014

Letras




¡Qué difícil resulta esto de escribir! Todas son esperanzas infantiles cuando tomas la decisión de trazar unos garabatos en una hoja inmaculada que mira con muchos remilgos a tu idea; no sea, que emborrones su virginal apariencia con palabras mal escritas, ideas mal expresadas o, simplemente, con letras mal dispuestas o poco caligráficas.
Sobrepasada la primera euforia de "escritor", tomas con diligencia, la pluma y ¡zás! es en ese preciso momento cuando, desesperadamente, buscas en los archivos de la cabeza, temas de los que poder escribir... y no encuentras ninguno. De momento, no cunde el pánico. Te sosiegas. Estás tranquilo... "ya se me vendrá algo a la cabeza".
Pasa el tiempo. Nada. Tamborileas la pluma, levemente, sobre el papel. Decisión errónea; acabas de manchar el virginal folio con un "chapón" de tinta. Nervios. "¡Maldita sea, y encima esto!".
Consigues dominar tu incipiente estado de desesperación, obligando a tus labios a forzar una sonrisa, un tanto bobalicona, cuya traducción para tí mismo, pues nadie te mira, viene a decirte "tranquilo... no vas a encontrar temas...¡nunca faltan! Si, según venía hacia casa se me han ocurrido, en unos ocho o diez metros, infinidad de ellos... trataban sobre... ¡Dios mío! ¿Sobre qué trataban? ¡No es posible que se me hayan escapado del cajón de las ideas!
Entonces llamas a gritos a las Musas, para que acudan solícitas, como a toque de corneta cuartelera, y te saquen del atolladero. y no vienen, o sí, pero no te hablan. Permanecen mudas cual espectros que te rodean y se limitan, tan sólo, a observarte.
Seguramente, estarán valorando si merece o no la pena, insuflarte un tema con el que poder garabatear un folio.
Son caprichosas. Deciden, como quien lanza unos dados al aire en un juego de azar. No miran condición o habilidades del escritor; simplemente, dan su beneplácito a tus manos para que expresen, con o sin talento, ideas o pensamientos que quedarán reflejados, para siempre, en ese folio pijo, el que no quería que se le manchase con signos jeroglíficos y que, ahora, al cabo de un efímero y simple espacio de tiempo, embadurnado de tinta, puede pasar a formar parte de las mejores páginas escritas de la Historia o, como en mi caso la mayor parte de las veces, en el estómago de una de mis mejores amigas, la papelera de mi escritorio; a la que nutro, abundantemente, con "bolas" de papel.
Como la vanidad preside nuestros actos humanos, siempre "libero" un escrito de ser fagocitado por la papelera. No deja de haber sido pergeñado por mi cabeza y , eso, para mí cuenta.

Seguiré reclamando a las Musas su iluminación.


Presentado al XIV CONCURSO DE RELATOS CORTOS LEOPOLDO ALAS CLARÍN, 2014. Sociedad Cultural Recreativa (SCR) Clarín de Quintes (Asturias).

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