Y
era llena; lo que me permitía escribirte a escondidas en pleno campo, a la
salida del pueblo, fuera de las miradas de los curiosos o especuladores que
alertaran a tu padre de nuestra relación.
Me
sentía un ladrón de poca monta, intentando robarte el corazón con mi escrito, a
sabiendas de que ese pedazo de ti, ya le tenía en mi poder desde hacía tiempo.
Con todo, la situación, la luna, la oscuridad, el silencio de la noche
veraniega, el riesgo, aportaban su generosa cantidad de romanticismo que hacía
que lo que te expresaba, resultaran llamaradas abrasadoras al escribirte un
sentido "te quiero".
Siempre
supe que no te llegaría aquella carta. Aún la guardo, arrugada, vieja como mi
vida, en un recoveco de mi desgastada cartera.
Presentado al I Concurso de Microrrelatos titulado A la luz de la luna. Carpa de
Sueños.
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