viernes, 20 de marzo de 2015

Los Reyes Magos



Un pequeño escribía
mentalmente, en su cabeza,
lo que él les pediría
a Sus Majestades,
esos que tienen edades
y realeza
para llenar los anales
de cientos de seres cabales,
y que, con gran sutileza,
albergan en sus molleras  
y también en corazones,
aquellos  sus ideales,
tan cargados de razones
que los pobres camelleros
se las tenían muy serias
con los pobres animales
y con palabras cordiales,
intentaban repartir
por todos esos lugares
lo que en las cartas postulan,
y que los niños calculan,
en un exceso de celo,
que pueden llover del Cielo
todo esos juegos viejos
venidos desde muy lejos;
o los más sofisticados
los que ya existen binados
en estuches diminutos
que parece ser de brutos
meter a tantos soldados
en sitios como canutos.

Y es que los niños,
los chicos,
no nosotros "robachicos"
pues eso intentamos hacer
el resto de nuestra vida,
como es querer siempre ser
el niño al que se le cuida
sin ocupar el deber
contraído de antemano,
al haber hecho nacer
el fruto de nuestro grano.

Las cartas son muy extensas,
pues con los nenes,
convienes,
que el año de parabienes
tendrá sus recompensas
y, dispensas
aquellas malas acciones
de las notas con capones, 
amén de otras cuestiones,
que olvidamos muy deprisa;
incluso nos da la risa
al recordar los sermones
que les echamos en misa.

Las cartas, que traducimos,
e inducimos,
cargadas hasta los topes
nos hacen ser más miopes
de lo que las gafas dicen
más, bendicen,
nuestro ego secular,
ese de gente vulgar,
como es querer ocupar
el sitio ya ocupado
por un chaval aún menguado
que ocupa ya su lugar.
El rey del trono del lar
ése mismo, nuestro hogar,
del cual hay que abdicar 
cuando están esos pequeños
que son duros como leños
a la hora de luchar
por su espacio en nuestra vida,
que tenemos compartida,
comprometida,
con esas criaturitas
que ves y te haces "agüitas"
en una intención fallida
de llegar hasta el retrete 
poniéndote tú en un brete.

La cuestión, mal que nos pese,
sigue estando en la mollera
en los hombres de mi Era
y no es otra, aunque el pelo mese,
simplificando el dilema
que el azul es para el niño
y el rosa para  la nena
que no les quita cariño;
que ya se harán en la vida,
cada cual con su aliño;
pero me parece básico
inculcar un prototipo
aunque sea del Jurásico;
es formar un biotipo
que nuestra naturaleza,
desde el comienzo, adereza
con gran destreza.

Y el indio o la pelota,
el vaquero, el soldadito,
el mecano o trenecito
al niño lo alborota
y en su cabeza, le brota
dotes de corte creativo
que le sirven de cultivo
de un natural sentido
a lo que será su destino;
es normal,
aunque ahora se vea  mal
que un chaval, 
aspire a ser general;
modismos de los mayores
queriendo ser profesores,
de un hecho muy natural.

Y el color rosa, muy lindo
para la nena, melosa
con su papá, cual babosa
que intenta bajar del guindo;
jugará a las muñecas
o casitas y, con tretas, 
logrará que su hermanito,
aunque mayor, docilito
juegue a lo que ella quiera,
pues es condición de hembra
conducir con mucha astucia
a ése de la cara sucia
y de esa manera siembra,
lo que recogerá un mañana;
como es soportar el peso
de una familia entera
sin más medalla postrera
que un beso, sólo un beso.

Insisto: sólo patrones
que moldean aptitudes
de hembras y de varones,
aparte de sus virtudes;
el tiempo, la edad, cincela
con el buril de la vida
la escultura construida
por la instrucción recibida
en la familia y la escuela,
que siempre dejan secuela
y servirán de soporte
con la pericia adquirida
para hacer de vosotros brida
de la prole venidera
y pedirán a los Reyes,
como antaño, hicimos todos,
cantidades de juguetes
sean azules o rosas
porque, como mariposas,
volarán con sus cabezas
por las mayores grandezas,
a soldados o princesas.


Presentado al II Premio Internacional de Poesía Jovellanos. El Mejor Poema del Mundo. Ediciones Nobel.

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