domingo, 1 de marzo de 2015

Querida mamá


Cuánto tiempo se desperdicia en esta vida, al socaire del tiempo cuyos intervalos de bonanza, tonta y vaga, nos hace confiar en que en la vida todo permanecerá apacible y en su sitio; ese que preconcebimos según nacemos y que no imaginamos otro distinto a él.
Y así he pasado los años, los que he tenido la fortuna de disfrutar de ti, de una manera bobalicona, simple, no aprovechando cada segundo que te tenía a mi lado; sin darme cuenta de que el destino juega constantemente a la ruleta con nuestras vidas; y, en ese juego, te tocó jugar demasiado pronto; y te perdí. Siempre sería pronto por muchos años que hubieras vivido.
Las fotos me transportan al blanco y negro. Son los colores que marcan las primeras instantáneas de mi niñez. Casita molinera, perros sin raza, veranos generosamente cálidos, parras, higueras, pozo, mimos de tíos , abuela y tíos-abuelos, que me quisieron hasta sus inevitables finales. Y los de papá más firmes...era el primogénito...y los tuyos...dulces y tiernos.
Poco a poco las imágenes recuperan color. Son otros años en los que las fotografías consiguen dar tonos pastel a sus momentos impresos. Y aquí son tantos recuerdos los que tengo, incapaces de ser descritos en la extensión física de una carta; pero tú ya conoces en ese ser inmaterial del que gozas actualmente,  la cantidad de momentos vividos a lo largo de los años que te pude disfrutar y que debí, desde la perspectiva de hoy, disfrutar contigo más. Tienes una enorme suerte; la de poder vivir, desde donde estás, cada momento pasado en tu vida terrena. Es el conocimiento total que aspiro a tener algún día. Cuando la misión que se me encomendó al nacer, haya logrado terminar. El caso es que nunca sabemos cuando la hemos terminado realmente.
Mientras tanto, te seguiré echando de menos a cada instante. Cada vez que veo a mis hijos y, aunque les llegaste a conocer, no tuviste el suficiente tiempo para haber podido disfrutar de ellos y ver en lo que hoy se han convertido; hombres de bien. Papá tuvo un poco más de suerte. Vivió lo suficiente para llegar a verlos encauzados.
Yo me he tenido de jubilar. Supongo que lo sabes. Ahora hubiera tenido más tiempo para cuidar de ti. Siempre me ha parecido poco el que te dediqué. Pero sé que nunca has dudado lo que aquél rubiales te ha querido y te quiere.
Mamá, supongo que habrá un motivo, divino sin lugar a dudas, que me privó de tí cuando, bajo mi punto de vista mundano, tanto nos podías dar aún; pero lo acepto. No sólo porque no haya más remedio; sino porque tengo fe ciega que llegará un día en el que volvamos a estar juntos, para toda la eternidad.
Espero, no sin mucha prisa pues la tierra tira, a que Dios decida darme el toque que sin duda me dará. Y me tendrá dispuesto el ánimo. Le pido dos minutos de consciencia. Con dos me vale. Y si no me los puede conceder, que me de fuerzas para mirar una sola vez al Cielo.
Tengo la esperanza de poder ser mejor hijo toda la eternidad. ¿Quedamos en eso?.

Te quiere, tu hijo.


Presentado al XIX Concurso de Cartas de Amor Villa de San Juan del Puerto. Ilmo. Ayuntamiento de San Juan del Puerto. (Huelva).

No hay comentarios:

Publicar un comentario