lunes, 16 de marzo de 2015

Venial y Mortal


No me gustaría entrar en el terreno religioso; prefiero quedarme, simple y llanamente, en el ético; aunque, eso sí, me valdré de la figurativa balanza religiosa para determinar qué es el mal.
Yo, y allá cada cual muy libre de adecuar su moral a su libre albedrío dentro de ciertos límites, más o menos razonables, prefiero dividir el mal en Mortal y en un compasivo Venial.
El venial puede llegar a ser simpático; va unido a la picaresca; es el ladronzuelo que con gran ingenio te lleva al huerto mientras te mira con una cara de auténtica inocencia y en lo que llevas la mano a tu bolsillo para darle unas monedas, te ha limpiado la cartera sin dejar de darte lástima su mirada angelical. No lo aplaudo, pero lo envuelvo en la mayor benevolencia, sobre todo, lo reconozco, si no me lo ha hecho a mí. Con todo y con eso, al recordarlo, estoy seguro que lo haría con media sonrisa dibujada en mi cara.
El venial, es ese al que se ven abocados, por necesidad, algunos padres para llevar algo de comer a sus hijos.
El venial es el que ha crecido al mor de la crisis en muchos hogares como manera de subsistir.
El venial es el del chapuzas; que por ganarse unos euros, pocos, te arregla lo que sea.
El venial suele ser, y es, el de la gente sencilla. El de los que no tienen, en muchos casos, posibilidad de llegar a más; y, por lo tanto, evitan la ocasión de el Mal con mayúsculas.
El venial, volviendo al tema religioso, se soluciona con tres Padrenuestros y tres Avemarías y una  absolución bonachona del confesor. Es aquél que después de confesar, el sacerdote sale y te da una palmadita en la espalda como queriendo decir:"Para esto no es necesario que vengas". Pero hay que volver.
El venial, humilde y modesto, es el que más abunda por fortuna. Es el que nos permite baldearnos por la vida, regateando y dando quiebros, cual cortador taurino, al otro, el Miura de peligrosos pitones que trata de embestirnos sin la nobleza de los astados herbívoros.
El venial es el que conlleva una colleja; en muchos casos por tontorrón, por haber sucumbido ante pequeñas debilidades humanas.
El Mal, Mortal, con mayúsculas, al que todos estamos expuestos. Tras de cada puerta, rincón, esquina, cabe la posibilidad de encontrarlo. Es esa sombra oscura que persigue, sin tregua a su escogido...y solemos ser todos.
Lo que ocurre que se distribuye por capas en nuestra sociedad. No quiero decir que sea algo clasista, discriminatorio, ni mucho menos; pero sí parece evidente, que quien más poder tiene, o "posibles", como decían nuestros abuelos, más facilidades tiene para creerse el rey del "mambo" y liarla parda.
Y hay muchos dispuestos a liarla; vaya si los hay. Parece, además, como si compitieran en una carrera malévola para conseguir un trofeo que ningunas manos les darán. Pero compiten.
Y lo peor de todo es que muchos de esos competidores, no merecen ser llamados atletas, en sus comienzos, eran pecadores veniales que provocaban aquellas sonrisas bobaliconas en nuestros labios. Pero han aprendido a medrar; seguramente a costa de "cepillarse" a sus colegas de maldad simple, casi romántica, e ir amasando sus pequeñas fortunas hasta situarse en la cúspide, o cerca de ella, de los factores de decisión, del orden que sea.
Y mira que tenía mis reticencias a referirme, en este relato, a los políticos; pero por mucho que lo he intentado, una y otra vez llamaban a la puerta de mi memoria, con insistencia, queriendo ser protagonistas de estas letras de un incipiente escritor. Me da rubor hasta mencionarme así.
No hace falta escarbar en el recuerdo de la gente para mencionar a tal o cual personaje. Están de palpitante actualidad. Casi ya, empalagosa actualidad. Nos dan ganas de dar la vuelta al microsurco, por la cantidad de casos más un elepé, y escuchar la otra cara de un álbum que produce náuseas; aunque si nos atenemos al refrán..."segundas partes nunca fueron buenas..."
Y si vas a la tienda de música, ficticia tienda, a comprar nuevos aires melódicos, con aires frescos y renovados, descubres a la segunda o tercera canción, que están tan podridos como esos otros que tienes en tu casa ya arrinconados. Eso sí, por el camino se han llevado a unos cuantos ciudadanos creyentes de corazón de esa tesis. Un poco polvorientas en el tiempo, pero para las nuevas generaciones que no vivieron los últimos años del franquismo, lógicamente, sus canciones les suenan a nuevas. No han pensado que en la esfera musical, hoy todo está inventado, y que circulan, como inéditas, muchas versiones de artistas de los sesenta y setenta.
Igual ocurre en política, la escrita con minúsculas, que es, por ahora, a la única que podemos optar en este país que, algunos ingenuos, todavía seguimos llamando España.
El Mal, contrapuesto a El Bien; el Yin y el Yan en una simple metáfora narrativa, lucharán hasta el confín de los siglos, cual Titanes  o Cíclopes en la Teogonía de Hesiodo.
El Mal ¿Exterminable? En este mundo, mundano, valga la redundancia, no. La Utopía existe; no se puede negar y el Mal, el de confesar y esperar una penitencia consistente, es, por desgracia, consustancial al género humano.
Sí, hay que luchar con ganas, y combatirlo, no sólo desde una postura personal, interior sino en un amplio frente de trincheras establecidas y codo con codo con el prójimo, etimológicamente el de al lado en sentido literal. No habrá ganador; es como esos combates desde posiciones establecidas que duran tiempo y tiempo y que sólo ocasionan desgaste; físico y mental. Y cuando ya no se puede más, otro compañero, otra generación recoge nuestro testigo y retoma, con vigorosa y renovada energía "su" lucha que, ahora por edad, hace suya contra la bestia maligna.
Y así, una y otra vez, con correcciones a modo de pequeñas batallas ganadas dentro de una guerra sin final.
Al menos, los creyentes, tenemos, si se me permite, la ventaja de "saber" que llegará un día triunfante en el que El Bien, derrote de una manera aplastante y definitiva al Mal. Pero, para eso, hay que tener fe. Respetando cualquier forma de pensar, os invito a ello.




Presentado al II Concurso "Leyendo hasta el Amanecer" de Relato.

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