Un destello, parpadeaba al compás que marcaban unos pasos
sigilosos que recorrían el angosto y estrecho pasadizo, bajo la cálida mirada
de una luna menguante que, en unos instantes, iba a ser testigo de un gélido
asesinato.
En el extremo opuesto y tras una puerta medio derruida, se
encontraba un muchachito de apenas doce años, acurrucado en un rincón y sobrecogido, apenas podía distinguir las
pisadas que se acercaban por los latidos rápidos y fuertes de su corazón; sólo tenía oídos para él y para su miedo.
La figura con el cuchillo en su mano avanzaba sin pausa hacia
la bocana de aquella puerta; despacio, saboreando los momentos inmediatos que
se avecinaban.
Los ojos del niño, aspiraban del aire el terror que infundían
las rítmicas pisadas cual timbal de las galeras romanas. Desorbitados,
intentaban absorber de las tinieblas la figura
causante de esos ruidos. Sudaba.
La figura avanzó. De un pequeño empujón derribó la escasa
resistencia de la puerta desvencijada y oteó el aire para orientarse dentro de
aquél oscuro cubil.
Un finísimo roce le sirvió para orientarse y avanzó en la dirección detectada. Alzó su
cuchillo y descargó su estocada mortal. Un grito desgarró la noche.
Presentado al I Concurso de Microrrelatos de Terror. Librerío
de la Plata. Sabadell. (Barcelona)
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