Suficientes para que un ser humano tenga una ventana al mundo exterior desde su habitación sea o no
hospitalaria; diecinueve pulgadas, medida que sirve a un individuo a no perder
el ritmo de la vida, por un artilugio demoníaco, según nuestros antepasados,
que le permite conocer el mismo suceso a la vez que otro sujeto, con más
salud, y que lo esté viviendo "in
situ".
Marcan la diferencia entre vivir o vegetar al compás de la
bondad del amigo que te venga a referir las últimas novedades; siempre después
de lo que te han contado ya esas valiosísimas, diecinueve pulgadas...
Para el I Concurso
de Micro-relatos Una Ventana al Mundo. Roto-Frank.
No hay comentarios:
Publicar un comentario