sábado, 20 de junio de 2015

Me gustaría


Me gustaría pensar que el hombre lo está haciendo bien. Que es lo adecuado ¿Cuando un chaval, mayor de edad por supuesto pero no por eso libre aún de la vitola de mozalbete, por las circunstancias que la vida le depare, casi siempre coyunturales, se ve envuelto en situaciones delictivas que terminan por dar con su pellejo en una celda, realmente estamos orquestando un plan para recuperar, a todos los efectos, a ese joven y que pueda seguir , en un futuro con otro tipo de vida del llevado hasta su ingreso en prisión?
Me gustaría estar seguro de qué es lo mejor para un delincuente principiante. Supongo que los sociólogos y psicólogos y más los que estén en trato directo con ese mundo, lo tendrán estudiado y propondrán a los órganos competentes el mejor método para una reinserción que, probablemente, está a medio camino entre los "reformatorios" y la prisión de "mayores".
Me gustaría comprender mejor ese mundo, quizás desesperado, que le obliga a un tío joven a delinquir sin tener idea, quizás, de lo que está haciendo; sin ver más allá porque la necesidad achucha tanto que las necesidades vitales son eso, vitales y ejercen de adjetivo relativo.
Me gustaría que mi Estado comprendiera que hay una franja en la vida humana en la que es muy difícil definirse por casi nada; es la etapa más vulnerable; en la que no te has formado como hombre y sin embargo, el D.N.I., dice a todo el mundo que estás en edad de cumplir con todas tus obligaciones civiles y, por supuesto, sujeto a su rasero.
Me gustaría aclarar que no hablo de Jauja, país utópico. O sí ¿por qué no?, hacer que esta España se parezca a Jauja en algunos aspectos.
No quiero decir que este país deba de ser una nación lasa, facilona, temeraria de acciones contra lo que supone una lacra para ella como sería tener un alto índice de criminalidad. Rechazo desde lo más íntimo de mi ser el terrorismo, sea el que sea, y me alineo en la posición de los que piden una mano más dura con los vándalos que se dedican a quitar vidas fuera de la única posibilidad que puedo llegar a comprender, porque es de Perogrullo, como es la guerra.
Estamos, afortunadamente para nosotros, en lo que yo entiendo lejos de una posibilidad bélica por nuestra propia condición geográfica de país occidental en una Europa muy encorsetada por sus auto impuestas directrices.  Sujetos a una comunidad amplia y, como todas, no exenta de algún coletazo terrorista-religioso. Fuera de este asunto al que entiendo que hay que tratarlo de una manera global; es decir, todos los países contra él como uno solo, queda el otro "monstruo" un poco más casero aunque se dé en todas las casas, la mal llamada, bajo mi punto de vista, violencia de género. El vocablo no deja de tener su reminiscencia machista; es un juego de nuestro subconsciente que da la impresión de que todavía, en los tiempos que corren, la mujer no es un igual. Baste tener que escuchar, constantemente, la palabra cuota para esto o aquello; como si no valiera por sí mismo el intelecto de un ser humano llamado mujer.
Por eso, entre otras cosas, abogo porque nuestro estamento jurídico-sociológico estudie concienzudamente el segmento de los "barbados imberbes", los que han dejado de ser niños y tienen aspiraciones de ser hombres; de hecho se suelen creer que lo son y ahí radica gran parte del peligro. Habrá que inventar algo que, incluso sin cárcel, disuada a esas generaciones indecisas de entrar en la delincuencia.
Me inclino por una educación básica, no sólo obligatoria; sino sobre todo comprometida; a la antigua usanza de aquél profesor de pajarita y cachimba, aunque hoy solo sea ficticia, que alguno, con más suerte, tuvimos en nuestros años colegiales y que era integral; las clases podían empezar con un estudio morfológico de la rana, pero no sabíamos nunca por qué derroteros continuarían; sólo al llegar la noche, en casa, eras consciente de lo que ese hombre te había enseñado en una simple clase de ciencias naturales.

Aspiro a que personas realmente preparadas, no un simple principiante  contador de historias, dediquen sus esfuerzos a recuperar una muchachada que resulta ser el entronque fundamental del tejido social y laboral de un país con aspiraciones de ser grande.


Para el VI Certamen de Relatos Cortos Carcelarios Conrada Muñoz. Albolote. (Granada).

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