sábado, 20 de junio de 2015

Humor, siempre


¡No era nada lo del ojo y lo llevaba en la mano! Hablar de humor en los tiempos que corren, es casi tan importante como ganar el Nobel de Física Nuclear; quizás, incluso, lo último resulte más fácil.
Y el humor está intrínseco en nuestras propias vidas; escondido en los malos momentos; un tanto avergonzado de exhibirse ante tanta calamidad a su alrededor; y resulta que de esa calamidad circundante sale otro tipo de humor; ése que nos tira de la levita y nos hace ver lo que hay en nuestro entorno con ojos críticos y cierta dosis de autocrítica y "mala leche", con su moraleja  acre, ácida que provoque en nuestro estómago un contrapunto que nos haga vomitar, con conciencia sarcástica, esa miseria. Hay muchos ejemplos. Uno por antonomasia: la Mafalda de nuestro Quino.
Y es difícil traspasar esa línea seria, circunspecta entre la realidad que vemos y vivimos hiriente,  y una forma de verla que nos pula esa superficie asquerosa y  lleve hasta nuestros corazones la moraleja, incluso con una sonrisa, de lo que nuestra razón nos quiere transmitir.
Y camufla nuestros miedos. Incluso para eso sirve. Es un mecanismo de autodefensa que necesitamos usar para seguir tirando  en este valle de lágrimas... de muchas lágrimas. Es la aspirina oportuna  en el momento justo para quitar ese molesto dolor de cabeza que no nos deja respirar, que nos ahoga, que nos haría darnos cabezazos contra las paredes aún siendo peor el remedio que la enfermedad.
Es ese humor negro, tan denostado, pero tan imprescindible como cualquier otra clase de humor; porque todo, con más o menos acierto y oportunidad, tiene su sitio y momento en la vida.
Todo es humor. Hay que tener humor hasta para nacer, diría un castizo. Es ese preso que va por el pasillo sin retorno, una única vez, y otro preso desde su celda, le espeta: ¡que te diviertas!;  y éste sonríe; incluso imaginando, por un momento, el subidón de voltios que va a sentir en su cuerpo.
Ya sé que, lo más probable, sea la realidad, y es que al preso lo lleven a rastras pues  todos tenemos un auto concepto de conservación que nos impide, cual héroe de película, ir andando serenamente hasta el patíbulo; pero...ahí está el humor...quitando hierro a los momentos más tétricos de una vida.
Y el humor es, por tanto, universal; y esa es su grandeza. Es un idioma común, con matices, que hace sonreír a gentes de muy diferentes culturas.
Un mimo, con sus muecas, se hace comprender por cualquier persona sea del país que sea. No hace falta hablar. Es pura expresión corporal la que incita a comprender aquello que , el mimo, quiere transmitir.
La propia vida es puro humor. El primer axioma de nuestra existencia: nacer, vivir, para acabar muriendo, sabiendo que es inexorable, nos hace rodearnos de un sutil sentido del humor, esperando a que llegue ese momento y, deseando por otra parte, que llegue cuanto más tarde mejor.
Puede que, el destino, si queremos utilizar ese término, nos haga saber que ese momento que sabemos que algún día terminará por llegar, nos pase una seña, tipo mus, juego de cartas muy español, y con un guiño, bastante puñetero, te avise que está a tu lado; que simplemente, cuentes con que en cualquier momento, cuando ella lo considere oportuno, te ejecutará. Soy creyente; desde este punto de vista, lo tengo más fácil. Sé que llegará un día que Él me llame. Y yo iré. Y esto, también tiene su punto de humor;  es como esperar a las vacunaciones de nuestra antigua "mili" y que el médico del Escuadrón dijera: ¡siguiente!. Sin más.
Hay un refrán no sé si español, pero muy utilizado en esta ya vieja tierra, que dice "a mal tiempo buena cara"; y es la personificación lingüística de la definición del más puro humor
Ríete cada mañana de tí mismo, ante ese espejo que te cuenta la realidad y sácale el partido a tu mala cara, haciéndole creer, al espejo, que el equivocado es él.
No te rindas, es fácil escribirlo, ante las continuas adversidades de la vida. Y no pierdas, en la medida de lo posible, el sentido constante del humor; si es necesario vuelve a examinarte en septiembre, pide convocatorias extra, haz lo que sea por sonreír; por sacar ese punto sarcástico, imaginativo, a veces caustico, a esos momentos que la vida nos trae a todos antes o después.

Sonríe. Sal de casa. Calza tus botines. Baja pisando fuerte las escaleras de la vida; conozco a alguna persona que lo viene haciendo hace muchos años, estira todo lo que puedas tu cuerpo yergue hasta el máximo tu cuello, mira al frente y suelta una carcajada, de pronto, espontánea, sincera y llena de humor, que diga a los problemas que te esperan esa jornada, que estás dispuesto a luchar. Y, si te vencen, lo último que reflejará tu rostro será una sonrisa que diga: ¡Te ha costado ganarme!


Para el 1º Concurso Literario Internacional de Relato Humorístico "Alberto Cognigni". Agencia Córdoba Cultura S.E. (Argentina).

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