martes, 23 de junio de 2015

Lapsus mental


Cuando me desperté, tardé en centrar mi cabeza y me costó. El escaso haz que penetraba por el amplio ventanal cubierto de espesas cortinas, no era suficiente para descubrir a mi cerebro el lugar en el que me encontraba.
Pasaron unos largos segundos en el que mis razonamientos intentaron casar el rompecabezas que mi sesera negaba, rotundamente todo; es decir, el hecho de que estando en mi ciudad de residencia, estuviera alojado en una habitación de un hotel.
Y era evidente. Poco a poco fui aclarando mi situación. Recobré parte de la memoria en la que reconocía objetos nebulosos que me siseaban con dulzura que la noche anterior habían sido utilizados por mi; y así pude entrever una lámpara, un secreter, mis llaves sobre el mismo... una puerta entreabierta que dejaba adivinar un lujoso servicio.
Sonaron unos tímidos golpecitos en la puerta de la habitación y una voz grave, con la templanza de quien lleva diciendo esa frase mucho tiempo anunció: ¡Servicio de habitaciones, su desayuno, señor!
Me tiré de la cama con la sensación de que alguien me estaba gastando  una inocente broma; pero la sonrisa del camarero sin medias tintas a la par que decía: ¿Le he despertado, señor?  Si quiere puedo llevarme el servicio y volver más tarde...ayer me dijo que le sirviera el desayuno a las nueve en punto... me convencieron de que lo que pasaba allí no sólo era real sino que tenía toda la pinta de ser "legal".
Una ligera queja de mis estómago al llegar el aroma del café recién hecho a mi pituitaria, terminó de convencer a mi quebradiza voluntad de "laisser fait"...y di buena cuenta de aquél gentil desayuno, rozando lo pantagruélico.
Con el estómago bien pertrechado, volví al por qué de encontrarme en esa situación, de la que yo no tenía ni la más remota idea, por la que estaba en aquella lujosa habitación de hotel.

Un llamada al teléfono de la habitación, descubrió el meollo de la cuestión. Mi grupo de amigos me habían registrado y pagado una noche en ese hotel con la intención de que me despidiera de la inminente vida de un soltero; y todo salía a pedir de boca hasta que, en plena cogorza noctámbula, echaba, displicentemente a las dos muchachitas que me acompañaban hasta mi habitación ; más preocupadas en que mis lastimeros cantos, no molestaran a los vecinos de las habitaciones colindantes a la mía que en pasar una velada de sexo y orgía con aquella piltrafa humana que, a duras penas, lograban mantener de pie. Sensatamente, optaron por dejarme medio tumbado a la puerta  de mi habitación y hacer mutis por el foro en lo que resultaba ser una retirada, pero inteligentemente a tiempo.


Para el I Concurso de Micro-relatos CVB. www.clubvidabuena.es

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