martes, 23 de junio de 2015

Laureles


Estabais unidos
 por cordón umbilical
oculto al mundo aéreo,
entroncados, uncidos
en un hilo de palo, casi estéreo,
en el que el hado os quiso ver nacidos.
 Y una mano, grosera,
cirujana profana, ordinaria,
separó vuestras vidas eternamente
de manera impertinente,
como una reacción primaria,
como una hazaña artera.

Despegó vuestras savias
que una ley natural quiso, variable,
revolver en matraz de un gineceo,
fluidos transportados por correo
de abejas, en aljibe plegable
pegado en sus gavias.
Y tiernamente, con mimo,
se empeño el cirujano inexperto,
en sacar adelante su esbozo,
con gran gozo,
al llevar su propósito a buen puerto
y yo a la vez, pues este verso rimo.

Y poco a poco, luchando,
amamantando sus troncos
contra la adversidad
y una pizca de ansiedad
vencen los momentos broncos
del tiempo que llega helando.
Más todo llega al final
y el  ciclo que se empezó
en un vivero perdido
es hoy, que ha devenido
por la fuerza que actuó,
en dos gemelos de armonía coral.

Y estiran ambos sus ramas
con ánimo de acariciarse
y volver  a ser sólo  uno
que un novato, inoportuno,
los obligó a criarse
succionando de otras mamas.
Los exhorto, los animo,
a que mis tiernos cuidados
conseguirán arrimarlos,
curvándolos, casi forzándolos
a exhibirse entoldados,
como dispuso el Destino.


Para el XXXIV Certamen de Poesía Federico García Lorca. Centro Cultural García Lorca Asociación Andaluza.  Barcelona.

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