martes, 5 de mayo de 2015

Cinco minutos



Cinco breves minutos, pueden ser eternos, en un pasillo angosto lleno de gente, que habla a gritos, como si en ello fuera un aprobado; y tú, angustiado, rechazas el barullo allí formado; desearías quedarte como en clausura, sin voz y oído, sin ni siquiera ruido que te abstrajera de un resultado de aquella nota escueta en el pasillo junto a la puerta de una escalera. ¡Maldita sea!, sacan las notas los muy cabritos cerca de unos mil hitos que cuando arribas, no te queda resuello ni para abrirlas; es como si el resuello fuera el motor, que te infundiera suficiente valor  para enfrentarte frete por frente con la notita, un tanto repelente  que de ella depende, que el verano sea sufrido o más holgado.
Y no hay remilgo ni compasión, ante una prueba, que con acierto o desilusión, haga un esfuerzo y se compadezca del estudiante, que con tesón, estudió con ahínco ese "temón" y  que la chispa secreta del corazón le dijo que caía esa lección.
Y se la estudió a fono, el muy ladino y tuvo compasión de su vecino. Más frente a ella, el cuerpo le templaba al comprobarla pues había suspendido y conllevaba pasar un veranito "macanudito"; mientas miraba de reojillo a su amigo, el pobrecillo, que le enviaba saludos muy cariñosos a los progenitores de aquél amigo de sus amores.
Cinco minutos bastaron de nervios y culebrinas en la barriga,  de pasar  del romero a una simple ortiga llena de espinas; como un Calvario de un verano en el que los suertudos o estudiosos, pudieran a sus anchas hacer los  osos.
¡Qué mala suerte, pertenecer a la gente que caen mal al profesor que es muy decente!.


Para el IX Certamen Internacional de Relatos Hiperbreves Universidad Popular de Talarrubias. Talarrubias. (Badajoz).


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