martes, 5 de mayo de 2015

Trabajo social



Al margen del inestimable voluntariado que, cada vez con más volumen, asiste a las personas en extrema necesidad vital para subsistir y que, por supuesto, como simple humano, alabo y aplaudo, existe un número mucho más alto, de voluntariado "no estadístico", que es el resto de la población trabajadora; la cual, consciente o inconscientemente, es la piedra angular, mediante sus prestaciones directas e indirectas al Estado, la que hace posible que esa gran mayoría de personas no capaces de generar sus propios ingresos unos por causa ajena, los más difíciles de contentar, pues sus ánimo por trabajar les impide realizarse completamente como ser humano, me refiero, lógicamente, en la cadena de desarrollo de cualquier nación.
Pero existen otros; por desgracia, en una cuantía, quizá que no interesa "cuantificar", por propia vergüenza torera, que son los que se niegan a trabajar...pero no a cobrar; y se permiten el lujo de quejarse, y lamento ser tan llano en mis palabras, incluso de lo "poco" que se les da , por parte de la Administración, para poder subsistir; aunque sea malamente.
No pretendo dejarlos sin comer, desamparados. No; entre otras cosas porque mi concepción cristiana de la vida me lo prohíbe. Pero sí me gustaría que, el Estado, máximo órgano estereotipado de una nación, en este caso la mía, que es la primera que me preocupa, diera un tirón de orejas a aquél que pudiendo, no quiere trabajar; o al que argumenta un millón y medio de síntomas, para hacerse el longuis y seguir chupando de una teta agrietada de tanto chupóptero. Y en esta España, que a algunos nos duele, hay muchos. Descuento los que han llegado al hambre por esta maldita crisis que se negó tan inoportunamente, que ha costado Dios y ayuda para atisbar, aún a lo lejos, una lamparilla, no brote verde, que puede que sea la luz del final del túnel; pero el  pasaje no tiene aspecto de eso; sigue siendo una gran caverna.
Y más para el que la sufre, todos en general; y muchos en particular teniendo que acudir a comedores sociales familias que, apenas hace siete años, podían vivir dignamente con el jornal que se llevaban a casa al final de cada mes.
A esos otros, los mendigos del trabajo, los que según algunos sondeos proclaman a los cuatro vientos que es de inteligentes vivir sin tener que trabajar, no hace tantos años que lo he tenido que escuchar muy a menudo, les invito a cambiar de pensamiento; sabiendo, de ante mano, que no sirve para nada; unos porque su edad se alía con ellos y pasan a ser pensionistas de casi nada; y a los otros porque seguirá habiendo en esta vida, necios que les avalen su actitud; como a los Césares que le alababan sus decisiones por muy necias o bárbaras que éstas fueran.
A pesar de ello, juegan con ventaja y con los sentimientos del resto; saben que es muy difícil que les falte un plato de lentejas en casa de alguien, el que sea, les da lo mismo, con tal de, aún quejándose de su "desgracia", se les siga resolviendo el yantar de cada día.
Pregunta postrera. ¿No debería tomar alguien alguna medida contra estos parásitos de nuestra sociedad?.

¿Será, acaso, ficción, lo que acabo de describir, fruto de una imaginación vetusta?


Para el XXIV Certamen Literario de Prosa y Poesía Sant Jordi, 2015. Biblioteca Can Mulà. Mollet del Vallés. (Barcelona).

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