Nevaba
con templanza; como nieva en las ciudades que no tienen fama por sus nevadas.
Se encontraba en Valladolid y bajo ningún concepto estaba dispuesta a no
estrenar el modelito, carísimo, que se había comprado en un arrebato de
¡cielos, se me van los años!
Hay
que decir que el traje, precioso en consonancia con su precio, no era apropiado
para aquellas fechas de mediados de enero; pero la cólera que le había
sobrevenido al descubrirse aquella arruga invisible para todos menos para ella,
le calentó suficientemente la cabeza como para tirar por la calle de en medio y
salir por las puertas del céntrico hotel, cabeza alta , mirada desafiante a
todo el mundo, pero pensando en sí misma y su andar fuerte y enérgico,
recalcándose a sí misma, que las energías seguían siendo las de siempre.
Perfectamente
conjuntada, bolso y zapatos; otro medio riñón iban en ellos, desfilaba con un
paso casi marcial por las calles de la ciudad...nevada. Esto no suponía un grave problema por las vías más céntricas; pero Laura,
nuestra protagonista, había tomado de su mesilla el libro que en esos momentos
leía, y, bajo el brazo lo paseaba, distraídamente, por las calles
vallisoletanas; queriendo dar un tono, principalmente a su interior, de que
seguía siendo atractiva e intelectual, no tonta. Definitivamente el carísimo
vestido, resultaba un poco corto, por las alturas del año en la que se
encontraba y por las alturas de su edad; al menos eso era lo que una voz muda
pero machacona, le repetía en su interior.
Los
pasos y sobre todo el tener la cabeza en estas disquisiciones, le llevaron a
una amplia avenida, lateral de un famoso jardín, El Campo Grande, y la sedujo,
sobremanera, el manto nevado e inmaculado que se extendía frete a ella. No
podía dejar de emborronar aquella sábana, como si de una niña se tratara y
atravesó el pequeño desierto blanco marcando cuidadosa y firmemente sus
pisadas.
Levantó
la vista y divisó, a unos pocos pasos, un coqueto banco resguardado de la nieve
por un sauce que le hacía las veces de paraguas; y hacía él se encaminó.
Cuatro
pasos y podría sentarse, a pesar del frío, a leer un capítulo de su libro. La
cabeza le decía que no lo hiciera; pero una fuerza interior, revolucionaria,
quería demostrar al mundo... a su mundo interior, que seguía siendo una mujer
joven, atractiva y fuerte.
Sólo
pudo dar un par de pasos; el tercero pisó sobre hielo y el fino tacón no
encontró apoyo; todo su mundo se vino abajo materialmente. Las piernas jóvenes
y esbeltas subieron un metro de altura, sonrojando a las ramas del sauce, para,
en caída libre, lograr tocar el suelo con la parte más innoble, o menos, de su
cuerpo. Se caló hasta los huesos. Miró en derredor como una autómata; la
dolería más que la propia caída, que la hubiera visto alguien. Nadie había
¿Quién iba a estar allí un día como aquél?
Volvió
al hotel, entre carcajadas.
Para el I Certamen Literario Internacional "Musas de Primavera". LA
TEXTOTECA S.L. Paradela,
Lugo.
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