Me
cuentan, me hablan de un paraíso, terrenal, en esta España, creado de barro y
caña, en su día y transformado en el tiempo, con talento, y mucho trabajo duro
en una solaz ciudad, cuidada esmeradamente, por sus inquilinos, los paisanos ,
por esos otros adheridos y los que de paso caminan hacia otra latitudes, y al
entrar en esta villa encuentran esas virtudes de los que adolecen otras y que
aquí, como chistera de mago, salen tras varita mágica de cada fuente, estatua,
jardines, en fin, rincones que enamoran a las gentes; a todas sin excepción; no
importa su condición, sean jeques o ciudadanos decentes, que buscan entre tus
calles alegrar unas jornadas de descanso, en chiringuito playero a mar abierto,
azul, intenso; pasaje obligatorio marino y marinero; de peregrino sea humano o
marino en busca de otros lares, acaso, en busca de sustento.
Y
no exento de otra vida sin salir de la villa, marchosa, discotequera, alegre y
bulliciosa; nocturna, aliada del mar , la luna y las estrellas que , desde la
playa, fugazmente, se muestran cual
luminarias estelas de cohetes allá, en el universo infinito, queriéndose asomar
al balcón del firmamento, recreando con su tenue estela un camino ancestral en
el tiempo que llevó a otros jeques a otro lugar y en otro momento.
En
el presente, adictivo, rápido, exigente, sirven de señales luminosas, ansiosas
por indicar a las personas, el lugar indicado allá abajo, en la costa dónde
todo es posible; el descanso veraniego ganado a fuerza de sudar durante un año
eterno y gozar de sus noches marbellíes del pueblo llano, al no menos corriente
afán de exhibir con el pudor de cada cual, éste o aquél rubí que delate al de
enfrente un poder adquisitivo, casi, casi , repelente en una etapa al borde de
la miseria en mucha gente.
Pero
eso es condición humana; nada tiene que ver con el trajín de una ciudad,
marbellí, hospitalaria y gentil; lo da la tierra , una incluso mayor que ella
en la que está enclavada y por siglos allí, enclaustrada sin muros que la
impidan su propia libertad; la que se adquiere, cuando sus puertas abre a cultura
tan variada que enriquece a esa ciudad y que crece al ritmo de la
locura; locura devoradora de cultura; de aprendizaje de estilos, innovando,
construyendo; facilitando al visitante despistado o al amigo que la vuelve a
ver cada año y gozar en su playa de arena fina, de un baño prometedor,
cautivador y que embriaga, hasta tal punto, que un buen fino de allí, de Málaga, es la
envidia en el vermú de media Hispania, sin que ello menosprecie a otros caldos
dispersos por este trozo de tierra, rebautizada en el tiempo; primero se llamó Iberia, después quedó como
España y ahí, en Marbella, veraneo variopinto puedes beber un Jerez , un Málaga
Virgen, manzanilla, rosado, clarete o tinto, mejor si son de crianza, con la
absoluta confianza de saber que en esa plaza, mezcla de muchas culturas,
antiguas y venideras, estarás reconfortado con lo que tengas al lado o un poco
más lejos, da igual; un paseo matinal o nocturno bajo la luz de una luna
resplandeciente, moruna, que te transporta en el tiempo a alfombras mágicas o
armaduras defendiendo una tierra que jugó, muy oportuna, a entremezclar barajas
marcadas, para asegurar su ciencia y hoy, la queda la esencia de ciudad abierta y con fortuna.
No
sólo en los petrodólares; que ayuda y mucho al desarrollo secular de una ciudad
y que debería bastar para dar trabajo a muchos; a todo aquél que se estime como
ser humano y pretenda trabajar. Ahora, tiempos difíciles, es complicado; pero
al amparo de tu clima invernal benevolente, acude allí mucha gente, deseosa de
esos rayos que allí el sol te regala y crea, no sólo ambiente, sino empleo al
haber cliente que disfrute tanto si va desde siempre o que en ese instante debute.
Cuidadlo,
es un tesoro para todos; empezando por vosotros y para toda una cadena que es
la nación entera.
Me
cuentan, que caminar desmayadamente, sin temer el tiempo empleado, con calma,
oliendo la brisa, por tu Paseo de la mano del Mediterráneo azul intenso,
Marítimo por pura etimología, calma el espíritu; y es fácil confesarse en
diálogo secreto con la espuma de sus olas, para llenarte de bendiciones
terrenas, llenas de belleza plástica; y divinas; un guiño que desde el cielo te
dirige el Hijo de una tierra que, por algo, es conocida como la de María Santísima.
Para el II Concurso de Relatos Marbella Activa. Asociación
Marbella Activa, con la colaboración de la Fnac y D.OLIVA. Marbella. (Málaga).
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