Resulta demoledor, como ser humano, estar dando un abrazo a un amigo un par de horas antes
mientas te tomas unos vinos y a carcajadas recuerdas las más estúpidas
vivencias que has tenido juntos, para cualquier espectador del encuentro, sin
sentido, pero para los protagonistas, los amigos, de una importancia
extraordinaria; pues son sus vidas; sus vivencias. Lo que les ha unido a través
del tiempo; un tiempo indeterminado y en el que no importa mucho ni cuando
comenzó, ni si tan siquiera son capaces de recordarlo ambos por estar allí
perdido en el umbral de los tiempos.
Y lo que resulta demoledor, como decía, es que pasadas esas
dos horas, te encuentras frente a él, tras una mampara de cristal, mirando a un
amigo que ya no lo es, porque el que está allí es otro. Su cara no es la suya,
por mucho que se oiga repetir "está como era él"; mentira piadosa,
porque le falta lo esencial: la vida. Eso que hace del ser humano algo único y
distinto en cada reacción, en cada momento.
Y ahora estás mirándole intentando descubrir una facción que
te demuestre que ése cuerpo era tu amigo que, a carcajada limpia, se reía de tu
aventura o desventura tan solo un par de horas antes.
Resulta demoledor, que al abandonar el chiringuito donde te
tomaste ése anónimo y último vino, nadie te tirara de la chaqueta y te dijera
al oído: "invítale al último que vas a poder disfrutar con él". Para despedirte con
todos los honores; con la consciencia y gravedad del momento y esperando un
mañana en el que los dos, en el más allá,
puedan retomar sus vinos y veladas alborozadas.
Al menos yo, creo en ese reencuentro, pero resulta demoledor.
Para el VI Concurso de Relatos Breves de Diari de Terrassa. Terrassa. (Barcelona).
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